martes, 27 de enero de 2009

Cuando la muerte reclama belleza

De la gloria a la agonía en menos de un mes; la joven modelo falleció el pasado día 24.

En un mundo que rinde culto a la belleza, que encumbra de la noche a la mañana a quienes cumplen los requisitos de la estética del nuevo milenio, lograr el título de la mujer con el cuerpo más hermoso no es poca cosa; y si se trata de un concurso de belleza en Brasil, la etiqueta adquiere una dimensión mayor.
Es el caso de la joven Mariana Brida, quien en 2007 logró ser finalista en el certamen para elegir a la aspirante carioca al título de Miss Mundo y que un año después repitiera la hazaña. Simplemente el mundo le sonreía, vivía un sueño, tal y como lo reconoció a principios de diciembre pasado.

Pero el destino se empeña, de vez en vez, en amargar las historias de cenicienta. A finales de diciembre se sintió mal, y el 3 de enero fue hospitalizada y diagnosticada con fallas renales. En cuestión de días la salud de la modelo se deterioró a tal grado que, cuando el diagnóstico cambió a una infección de la agresiva bacteria de la especie estafilococo, Pseudomonas aeroginosa, ya nada se podía hacer por salvar sus manos y pies. Le fueron amputados.

Su caso empezó a circular en los medios de comunicación internacionales. El énfasis, invariablemente, refería la tragedia de una mujer joven, de apenas 20 años, sin duda hermosa y de cuerpo escultural, que permanecía en coma inducido y que tendría que enfrentar al mundo —en el mejor de los escenarios— sin sus extremidades; el conmovedor retrato dibujaba a una reina de belleza que vivía el sueño de muchas jóvenes brasileñas, embarcada en una carrera de modelo con la esperanza de darle a su familia pobre una vida mejor, y que de pronto navegaba en los umbrales de la muerte.

El mundo entonces empezó a seguir su historia, ya no de belleza y éxito, sino de tragedia.

El parte médico hecho público el jueves 22 señala que Mariana sufrió una infección que se extendió rápidamente por todo su cuerpo y resultó resistente a los antibióticos; que le amputaron las manos y los pies en un intento desesperado por salvarle la vida porque el flujo de oxígeno a sus extremidades era limitado. Bridi además fue operada para extirparle parte del estómago, para intentar controlar una hemorragia interna.

Todos los esfuerzos fueron inútiles y Bridi murió el pasado sábado a las 2:30 de la madrugada.

El padre de la malograda modelo, Agnaldo Pereira da Costa, a la entrada misma del hospital Dorio Silva de Serra, en Espíritu Santo, sureste brasileño, señaló que no podía aceptar que su hija dejara este mundo “tan pronto” y que Dios estaba reconfortando los corazones de todos los familiares “porque él quería que ella estuviese con él ahora”. El cuerpo de la joven fue trasladado a Marechal Floriano, su ciudad natal, donde fue sepultado el mismo sábado.

Termina la historia, pero queda el legado en imágenes.

Basta buscar en la red bajo su nombre para dar cuenta de decenas de fotografías y videos de una mujer hermosa, una modelo en toda la extensión de la palabra, con esa sonrisa que ilumina pasarelas, con ese largo cabello negro y piernas de ensueño, con esa mirada provocadora, tan propia de las cariocas que se saben poseedoras de un cuerpo que provoca por igual deseos y envidias y que abrirá las puertas del mundo que desean.

Pero entonces llega la muerte, esa que —también de vez en vez— se afana en truncar vidas para llevarse un poco de la belleza de este mundo. Que descanse en paz Mariana Bridi y que el mundo siga rindiendo culto a las mujeres hermosas.

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