domingo, 14 de noviembre de 2010

Todavía sobre Ciro Gómez Leyva

Por Aquiles Córdova Morán
Dirigente Nacional del Movimiento Antorchista
Como dije en mi anterior artículo, Ciro Gómez Leyva, conductor de un noticiario de la televisión, “entrevistó” al biólogo Jesús Tolentino Román Bojórquez, presidente municipal de Chimalhuacán, y, aprovechando esta circunstancia, lo insultó y acusó impunemente, sin darle oportunidad de defenderse.
Jesús Tolentino Román es un servidor público trabajador, honrado y exitoso como pocos. Chimalhuacán tiene una población mayor que la de algunos de los estados más chicos y que, además, crece a tasas elevadas por ser uno de los principales receptores de la emigración interna.
Por esto, y por haber vivido casi 30 años bajo un cacicazgo primitivo y feroz encabezado por Guadalupe Buendía, alias “la Loba” (que, por cierto, Ciro Gómez nunca la criticó en su momento), Chimalhuacán ocupaba el último lugar entre los municipios urbanos del país por su pobreza y marginación.
Pero gracias a Jesús Tolentino Román y a un grupo de chimalhuaquenses amantes del progreso, alumbrados por un proyecto que ellos mismos bautizaron como “Nuevo Chimalhuacán”, esta situación ha cambiado radicalmente. De tres calles pavimentadas que había, hoy se han multiplicado por treinta las vías asfaltadas; se está a punto de la cobertura universal en agua potable, drenaje y electricidad; de un camión recolector de basura se ha pasado a veinte y Chimalhuacán luce un rostro limpio y humano; se ha erradicado el analfabetismo y se ha promovido educación para todos, creando incluso escuelas de nivel profesional para los jóvenes; se ha mejorado en serio la vivienda; se apoya en firme a las madres solteras, a los ancianos, a los discapacitados, a los adictos y a los niños en edad escolar, con uniformes y útiles; y se trabaja para mejorar y extender los servicios de salud a toda la población. Y no se trata de propaganda barata; es algo rigurosamente documentado con cifras y datos duros al canto. Recomiendo a quien se interese en el asunto, el libro “Marginación Urbana: El Caso del Oriente Mexiquense”, del Dr. Abel Pérez Zamorano, economista intelectualmente muy solvente, que cuenta con dos maestrías y un doctorado por la London School of Economics, de Londres, Inglaterra.
Apenas pudo saludar Jesús Tolentino Román, cuando Ciro Gómez le soltó a bocajarro: “¿Con qué autoridad vienen ustedes a tomar las calles de la Ciudad de México? ¿Qué los hace sentirse tan superiores?” Contesto: no es cuestión de “autoridad”, don Ciro, sino de un derecho social. Y el derecho a protestar nos lo otorga la Constitución General de la República, vigente para todos los mexicanos salvo para usted, por lo que veo. Lo de “sentirse superiores” es una imputación gratuita que no merece mayor comentario.
Y ahora pregunto yo: ¿Con qué derecho Ciro Gómez interroga a sus entrevistados como si fuera un fiscal frente a un reo acusado de grave delito? ¿Con qué autoridad moral un señor ocioso e improductivo, cuyo mérito es aturdir noche a noche a su público con su vacuo y reaccionario bla, bla, bla, insulta, juzga y condena a un hombre como Jesús Tolentino Román y a los antorchistas de México que, humildes y todo, son los productores de la riqueza nacional, incluido lo que ese señor viste y come? Pero conductas como ésta tienen connotaciones más graves para los mexicanos.


Según la teoría clásica, las libertades ciudadanas se clasifican en civiles y políticas. Resumidamente, la libertad civil garantiza al ciudadano el derecho a organizar, sin interferencia de nadie, su vida familiar, disponer libremente de sus bienes, de su persona y sus recursos de toda índole. La libertad política, en cambio, faculta al hombre para intervenir activamente en los asuntos públicos, en la marcha de la nación entera. Garantías como el votar y ser votado, elegir a sus gobernantes; la libertad de imprenta y de opinión, el derecho de petición, de asociación, de reunión y de organización, entre otras, constituyen las libertades políticas de un país. Los derechos de manifestación y de protesta, justamente, son un componente esencial de estas libertades; tan esencial, que muchos tratadistas reducen la diferencia entre democracia y dictadura a la existencia o no de elecciones libres y democráticas y del respeto a las garantías de asociación, organización y protesta pública de los ciudadanos.


Por tanto, comportamientos como el de Ciro Gómez Leyva, van directamente contra la libertad política de los mexicanos; son gente que siente aversión orgánica por la participación de las masas en la vida nacional, por las libertades populares de una democracia, y abogan, en consecuencia, abierta o solapadamente, por una dictadura de derecha. Por eso, no debe sorprender que no se conformen con verbalizar su fobia reaccionaria, sino que reclamen “mano dura” contra los levantiscos, represión violenta y cárcel para los “agitadores”. Todo esto es asaz peligroso para la paz y la tranquilidad de cualquier país en cualquier época; pero lo es más en un México donde la inequitativa distribución de la renta nacional tiene ya muy agraviada a la sociedad, y sólo falta un tonto con micrófono y un gobernante irreflexivo que le haga caso, para que explote el barril de pólvora del rencor social acumulado. Es por esto que me veo forzado a ocuparme de nuevo del “affaire” Gómez Leyva. Por eso y porque, a pesar de todos los ataques y amenazas, los antorchistas no renunciaremos a nuestros derechos de reunión, asociación, organización y protesta pública. Si el problema de los cobros injustificados de la CFE, del presupuesto para seguridad pública de Chimalhuacán, del conflicto agrario entre Yosoñama y Mixtepec, en Oaxaca, y de la falta de soluciones en el estado y en el municipio huasteco de Tlanchinol, en Hidalgo, no se resuelven satisfactoriamente, volveremos a marchar cuantas veces sea necesario y volveremos a plantarnos si no hay otro remedio. Y ya sabemos que Ciro Gómez y consortes volverán a arremeter contra nosotros; que inventarán nuevos insultos y nuevos “delitos”, cada vez más graves aunque cada vez más descabellados, y elevarán su tono de “domine” exigiendo palos y cárcel contra nosotros. Por eso era y es necesario poner los puntos sobre las íes. Que conste.

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