sábado, 11 de agosto de 2012

Palco de Prensa: Las almas en pena

Por Gilberto Lavenant
Mañana domingo, 12 de Agosto, partirá de San Diego, California, hacia Washington, la caravana del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezada por el poeta Javier Sicilia.








Un total de 70 personas integran este contingente, que llevará, a través del territorio estadounidense, el mensaje de las víctimas de la narcoviolencia en México, enarbolando, además 5 puntos básicos, que son : guerra a las drogas, tráfico de armas, lavado de dinero, cooperación internacional y migración.







Este sábado, a las 16:30 horas, se ofrecerá una conferencia de prensa, en la Casa del Migrante en Tijuana, conocido también como Centro Scalabrini, ubicado en Calle Galileo No. 239, de la Colonia Postal.







Por ahí estará el poeta Javier Sicilia, líder de este movimiento, acompañado, por Fernando Oceguera Flores, de Unidos por los Desaparecidos de Baja California, A.C., Raúl Ramírez Bahena, de la Comisión Ciudadana de Derechos Humanos del Noroeste, A.C. y Enrique Morones, de Angeles de la Frontera, entre otras personas, que le acompañarán en esta nueva jornada.







La facete de caudillo social, del poeta Sicilia, inicia cuando el lunes 28 de marzo del 2011, localizan el cuerpo de su hijo, Juan Francisco Sicilia Ortega, de 24 años de edad, estudiante de una universidad privada de Cuernavaca, junto con otras seis personas.







Sicilia hizo a un lado sus labores literarias, lanzando un grito de dolor y desesperación, que aún se repite con insistencia : ¡Estamos hasta la madre !







La expresión no podía ser más elocuente. Reflejaba la desesperación y frustración, de un padre que se dolía por la muerte de su hijo, apenas en el umbral de su vida, por el llamado crímen organizado, ante la ineptitud evidente de un gobierno ineficiente, que raya en la mediocridad.







Con ésta frase, en primera plana, apareció la edición número 1795, de fecha 3 de abril del 2011, de la Revista Proceso, junto a una foto de una manifestación encabezada por el propio autor de dicha expresión, que clamaba justicia por el asesinato de su hijo.







La frase fue tomada de la carta abierta, suscrita por el afligido padre, Javier Sicilia, poeta, narrador, ensayista, periodista, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2009, dirigida a los políticos y a los criminales, que propiciaron el artero asesinato de su hijo.







“…El brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco, de Julio César Romero Jaime, de Luis Antonio Romero Jaime y de Gabriel Anejo Escalera, se suma a los de tantos otros muchachos y muchachas que han sido igualmente asesinados a lo largo y ancho del país a causa no sólo de la guerra desatada por el gobierno de Calderón contra el crimen organizado, sino del pudrimiento del corazón que se ha apoderado de la mal llamada clase política y de la clase criminal, que han roto sus códigos de honor”, decía de entrada el poeta.







“…No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo, para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado. Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, repito, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre”. Aún debe retumbar en muchos puntos del país, como un eco del clamor popular, ante las víctimas de la narcoguerra de Calderón.







Y no era la simple expresión de fastidio, común entre muchos mexicanos cuando están hartos de cantaletas, discursos y demagogia. Fue algo mucho más que eso.







“…Estamos hasta la madre –dijo- de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida”.







“…Estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente”, señalaba, destilando frustración y coraje.







Repitiendo estas y muchos otras expresiones, de manera reiterada, insistente, Sicilia y muchos más de los deudos de la narcoviolencia, recorrieron el territorio mexicano, enfrentaron a los políticos, a los gobernantes, y se las restregaron en sus caras.







Hoy salen de Mexico, a llevar a planos internacionales, este clamor, como almas en pena que los políticos no ven. Para ellos son simples fantasmas sociales, que no escuchan, pues tienen los oídos retacados de cinismo. Quizás hablándoles en inglés y desde la casa del Tío Sam, les de al menos un poco de vergüenza. Son almas en pena que reclaman justicia y paz. Gritando aquí y allá : ¡Estamos hasta la madre ¡





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