sábado, 20 de julio de 2013

Tertulia Política: La traición

Por Pedro Martínez Serrano
La lealtad e institucionalidad partidista, términos machacadísimos durante años en las cúpulas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), no son ahora, más que parte de los buenos recuerdos de ese instituto político que hoy, más que una organización seria y comprometida con las causas ciudadanas, se ha convertido en guarida de traicioneros y mercachifles del poder que ponen los intereses de su militancia a gusto y capricho de terceros.


Y es que lo que sucedió en la reciente elección en Baja California, en donde se levantó con el triunfo el candidato del PAN y comparsa, Francisco Vega de Lamadrid (no sé por qué, pero me recuerda a Vargas, el presidente municipal interino de la película La Ley de Herodes, a quien se eligió por inepto, por pendejo y obediente), dejó un pestilente tufo a componendas del poder central. Se entregó el Estado a cambio de las reformas que ocupa el presidente Enrique Peña Nieto, se repite en forma reiterada entre ganadores y perdedores.

Los mismos panistas se mueven felices por el triunfo y se frotan las manos ante la repartición del poder estatal, aunque la duda los mantiene presos. Ellos hicieron campaña con un gigantesco fantasma de la derrota en la espalda. Saben que el triunfo ─con aroma a atraco electoral─, no es producto de su trabajo, si no el resultado de negociaciones cupulares al más alto nivel.

No sólo eso, en Baja California la traición fue el sello que marcó el proceso, por un lado el priísta más beneficiado del viejo PRI y sus cochupos, Jorge Hank Rhon se movilizó, echó su resto en contra del partido del que se dice militante. El ingeniero hizo campaña con todo y con todos sus activos a favor de Francisco Vega de Lamadrid. Hoy espera tranquilo el pago de los favores otorgados. Lógicamente empresas de su propiedad con prestanombres se van a ver beneficiadas con la ejecución de obras y la prestación de servicios millonarios al gobierno estatal que viene.

Pero no sólo Jorge Hank trabajó a favor de la nomenclatura panista, lo hicieron también los Valencia, Eligio, padre e hijo; el primero le sirvió y enfiló sus baterías a favor del candidato a gobernador, el señor Francisco Vega; el segundo, el tal Junior de El Mexicano, se dedicó de tiempo completo a la campaña de Alejandro Monraz.

Los Valencia difundieron intensamente propaganda a favor del voto cruzado, de la cual poseo copia, pero también ordenaron a su pariente, edl proxeneta Francisco Javier Hernández Vera, que sumara a la gente afiliada a los sindicatos de La Línea y de la Zona Centro a los candidatos panistas.

El mismo 7 de julio, Hernández Vera atendió la orden del dirigente estatal de la CTM, Eligio Valencia Roque, secundada por su cuñado, Eligio Junior: hay que cuidar que no falte nadie a votar… Para gobernador por Kiko y para presidente por Astiazarán. La traición se estaba consumando y el viejo Eligio expulsando su resentimiento por la derrota del año anterior, cuando buscó ser senador de la República y fue derrotado hasta por el locutor Marco Antonio Blazquez.

Hoy las cosas empiezan a reacomodar, el agua vuelve suavemente a su nivel y el reviere puede ser durísimo, la calma, la tranquilidad que exhibe el momento anuncia tormenta, falta ver a quién alcanza, a quién empapa. Lo que es un hecho es que juego que tiene desquite, ni quien se pique; porque bien señala aquello que dicta que en la vida como en la política: hay que saber esperar para pasar a cobrar y, lo más claro y cotidiano, que algunas veces pocos entienden: el que avisa no traiciona.

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