lunes, 23 de mayo de 2016

Compró un café a un indigente y ¡cambió su vida para siempre!

Algunas veces nos envolvemos tanto en nuestra vida y en nuestros problemas que olvidamos ver más allá; dejamos de ver la necesidad en los demás y nos volvemos personas frías y hasta egoístas; sin pensar que quizá, si abriéramos un poco los ojos, podríamos ver la necesidad de aquellos que nos rodean, y tal vez con muy poco esfuerzo podríamos incluso cambiar la vida de alguien.


Esto es algo que aprendió Casey Fischer, una mujer de Estados Unidos que tuvo una experiencia que probablemente cambió su forma de ver la vida.

Entre la escuela y ser mamá no es sorpresa que entre la rutina diaria de Casey esté el poner pausa a su ajetreo y detenerse todos los días por una taza de café en la misma cafetería de siempre. No hubo nada inusual ese día, ella se dirigió al lugar donde siempre va para pedir una taza de café; lo diferente fue que decidió observar a su alrededor.


Fue cuando notó a un hombre con aspecto de vagabundo que estaba en la calle pidiendo monedas, tocaba en las ventanillas de los carros sin tener respuesta muy favorable.

Casey hizo fila para pedir su café, pagó y se sentó a esperar, fue entonces cuando el hombre entró al lugar para pedir un café pero Casey pudo notar que contaba las monedas sin mucha esperanza, entonces decidió acercarse y empezó a sacarle plática. El hombre no parecía estar muy interesado en conversar con ella, quizá porque no estaba acostumbrado a que alguien quisiera hablar con él. Entonces la chica le ofreció comprarle una dona y un café; el hombre aceptó sin dudarlo y fue cuando ella le dijo que se sentará en su mesa para platicar.

Y fue una grata charla, Casey conoció a Chris, un hombre que no conoció a su papá, cuya madre había muerto de cáncer cuando él era muy chico y que había sufrido mucho tiempo de los abusos de las drogas y el alcohol. Una vida difícil sin duda, pero tristemente una vida a la que Chris ya se había acostumbrado, pues le contó a Casey cómo las personas ni siquiera lo miraban, lo trataban como si no valiera nada y jamás le había importado a nadie.

De pronto cuando Casey vio la hora se dio cuenta se le iba a hacer tarde para su clase, entonces Chris le pidió que esperará y en eso escribió algo en un papel y salió del lugar, no sin antes dedicarle una sonrisa a la joven.

Cuando Casey leyó el papel las palabras le retumbaron en su cabeza y conmovieron cada fibra de su ser; la nota decía:




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